Cuando eras niño/a, ¿tenías algún hermano/a que siempre te estaba molestando, metiéndose contigo, haciéndote rabiar?
Eso es lo que le pasa a mi hijo pequeño, su hermano mayor está siempre «chinchándole», y él, el pequeño, siempre «sufriendo» esa actitud del mayor.
Para ayudarle a eliminar ese “sufrimiento” (opcional, porque es su percepción de la realidad), llevo tiempo hablándole y haciéndole ver que “Quien te altera, te controla”. Evidentemente es aún pequeño y no sé si le cuesta entender el concepto, o bien es solo una cuestión de repetición hasta que él lo interiorice como un hábito más, cómo un «automatismo».
¿Por qué te cuento este “pasaje familiar”? Porque esto mismo nos ocurre a todos, todos los días. A ti también.
Piénsalo.
A ti, ¿Quién te altera?
¿Tu jefe?
¿Ese cliente “special one”?
¿Un compañero de trabajo? ¿una compañera?
¿Los de financiero?
¿Los de “People”?
Y la pregunta entonces es, ¿Qué puedo hacer para que esa persona no me altere?
Antes, es necesario saber algo sobre cómo funciona nuestro cerebro. El 95% de las decisiones que tomamos en nuestro día a día NO son conscientes. Esto significa que en el 95% de las ocasiones, dejamos que automatismos basados en experiencias pasadas, creencias, sesgos culturares, etc… decidan por nosotros.
La naturaleza, que ya sabemos que es muy sabia, diseñó y ha evolucionado nuestro cerebro para la supervivencia, y no volvernos locos ante el bombardeo constante de estímulos que recibimos cada segundo (20 trillones de impulsos llenos de información por segundo), teniendo que tomar decisiones para cada uno de ellos, parece ser una cuestión de supervivencia. Así pues, el mecanismo que tiene nuestro cerebro son los automatismos, que en ocasiones, en muchas, nos ayudan, y en otras, nos ponen alguna trampa.
Ante un estímulo, primero pensamos, ese pensamiento, genera una emoción (sentimos) y por último se activa un comportamiento (actuamos). Y este es el patrón normal. Pero, ¿qué pasa cuando el estímulo activa primero la amígdala (centro del procesamiento de las emociones) en base a alguna experiencia pasada? Que el orden se altera, pasando a ser siento, en base a esa emoción pienso, y en base a ese pensamiento (influenciado por la emoción) actúo, es decir, actuamos instintivamente. Actuamos dentro de ese 95% de ocasiones en las que no decidimos conscientemente.
Dicen que nuestra libertad ese tiempo ínfimo que transcurre entre el estímulo y mi reacción. Esos milisegundos en los que soy capaz de pensar y decidir cuál es la mejor respuesta ante el estímulo que percibo. Yo estoy convencido de que así es.
Ante alguien que te [intenta] altera (el estímulo), TU puedes decidir (tu libertad) qué comportamiento es más funcional y mejor para ti, o por el contrario cederle el control a ese 95% de decisiones no conscientes que tomamos todos los días, y en todos los momentos.
La estrategia para mantener el control es simple, que no significa que sea sencilla: deja que tu cortex prefrontal haga su trabajo de “regulación emocional”, y no que tu amígdala reaccione de manera automática. Cuando esto último ocurre, cuando se hiperactiva la amígdala ante un estímulo, según estudios científicos, hay en torno a +-6 segundos en los que la conexión amígdala-cortex prefrontal se pierde. En torno a 6 segundos en los que nuestro centro de procesamiento de emociones (amígdala) y nuestro centro de regulación emocional (cortex prefrontal) no se hablan, y es en esas situaciones cuando “Quien te altera, te controla”.
Como decía, la solución es simple (que no sencilla), dale tiempo a tu cortex prefrontal para tomar el control (pensar) y regular la emoción (sentir), y de esa manera poder actuar de la forma más adaptativa y funcional PARA TI en una situación determina. ¿Cuánto tiempo? 10 segundos deberían ser suficientes.
¿Y cómo lo hago? ¿cómo le doy esos segundos que necesita el cortex prefrontal?
Aquí viene lo de que no es sencilla, si eres capaz de reconocer que la situación te está activando emocionalmente de manera desproporcionada (lo sé no es sencillo, pero es solo una cuestión de entrenamiento), sigue estos pasos:
- Piensa en la emoción que se está activando. Ponle un nombre.
- Esta emoción en una escala del 1 (muy agradable) al 10 (muy desagradable), donde el 5 es neutra, ¿Dónde está?
- Esta emoción en una escala del 1 (nada intensa) al 10 (muy intensa), ¿Dónde está?
- Ahora que sé cómo se llama, y cómo de agradable o desagradable es la emoción que se está activando, y conociendo su nivel de intensidad ¿Qué quiero hacer con esta emoción? ¿Cómo puedo actuar de manera que obtenga los mejores resultados para mí?
A veces, será necesario que tomes distancia física, que te alejes de la situación para poder “regular” tu respuesta, otras tan solo necesitarás esos 10 segundos en silencio, en tu diálogo interior para regular la respuesta.
Spoiler: no es sencillo, hay estímulos que activan nuestro sistema de lucha o huida de manera casi inmediata y cuando somos “conscientes” ya se disparó el automatismo.
La inteligencia emocional es una habilidad fundamental para tener éxito en cualquier ámbito de la vida, y también para tener una vida más plena y feliz, con una mejor relación contigo mismo y con tu entorno.
Y a ti, ¿Quién te altera?